martes, 5 de abril de 2011

¿Vino? ¿con la cena?


-¿Vino? ¿con la cena?

-Necesito un poco ahora- dijo Micth-. Estoy muy nervioso.

-Igual que yo -dijo Kate, y extendió las manos para mostrárselo. Temblaban-. ¿Produces este efecto en todas las mujeres?

-Nunca- dijo Micth.

-Tonterias. Hueles bien- dijo Kaye.

Estaban separados por menos de un paso. Micth cruzó la distancia, le tocó la barbilla, la alzó. La besó suavemente. Ella se apartó algunos centímetros, luego le sujetó su propia barbilla entre el pulgar y el índice, lo atrajo hacia abajo y le besó con más contundencia.

-Creo que puedo ser juguetona contigo-dijo. Con Saul nunca estaba segura de cómo reaccionaría él. Había aprendido a limitar su repertorio de comportamientos.

-Por favor- le contestó.

-Eres sólido- dijo. Tocó las arrugas que el sol había dejado en su cara, las patas de gallo prematuras. Mitch tenía un rostro juvenil y ojos brillantes, pero su piel era sabia y experimentada.

-Soy un loco, pero un loco sólido.

-El mundo sigue, nuestros instintos no cambian-dijo Kaye, nublándosele la mirada-. No estamos al mando.- A una parte de ella, de la que no había tenido noticias desde hacía mucho tiempo, le gustaba mucho ese rostro.

Micht se golpeó la frente.

-¿Lo oyes? ¿Desde el interior?

-Creo que sí- dijo Kaye. Decidió arriesgarse-. ¿A qué huelo?

Micth se inclinó sobre su cabello. Kaye jadeó ligeramente cuando le rozó la oreja con la nariz.

-A algo limpio y vivo, como una playa cuando llueve- le contestó.

-Tu hueles como un león- dijo Kaye. Él le acarició los labios y apoyó su oído a la sien de Kaye, como si escuchase.

-¿Qué oyes?- le preguntó.

-Tienes hambre- dijo Micth, y sonrió, una sonrisa abierta y luminosa, de chiquillo.

El gesto resultó tan obviamente espontáneo que Kaye le tocó los labios con los dedos, encantada, antes de que su rostro volviese a adoptar la sonrisa casual protectora y agradable, pero controlada. Se apartó.

-Cierto. Comida. Pero antes vino, por favor- dijo, y abrió la nevera. Le tendió una botella de semillion blanco.

Micth sacó una navaja suiza del bolsillo de sus pantalones, extendió el sacacorchos y extrajo el corcho con destreza.

-Durante las excavaciones bebemos cerveza, y vino cuando terminamos- dijo, sirviéndole un vaso.

-¿Qué tipo de cerveza?

-Coors. Budweiser. Cualquiera que no sea demasiado fuerte.

-Todos los hombre que conozco la prefieren fuerte o de producción limitada.

-No bajo el sol-dijo micth.

-¿Donde estas alojado?- le preguntó.

-En la AJC- contestó.

-Nunca había conocido a un hombre que se alojase en la Asociacion de Jóvenes Cristianos.

-No está tan mal.

Kaye bebió algo de vino, se humedeció los labios, se alzó acercándose más, de puntillas, y le besó. Él saboreó el vino en su lengua, todavía ligeramente fría.

-Quedate aquí- dijo Kaye.

-¿Y que pensará el forzudo?

Ella sacudió la cabeza, le besó de nuevo y él la rodeó con los brazos. Sosteniendo todavía la botella y el vaso. Derramó un poco de vino sobre su vestido. La hizo volverse, posó el vaso sobre el mostrador y a continuación la botella.

-No sé donde parar- dijo ella.

-Yo tampoco- contestó Micth-. Pero sé cómo tener cuidado.

-Vivimos en ese tipo de época, ¿verdad?- comentó Kaye con tristeza, y le sacó la camisa de los pantalones.

La radio de Darwin